Manuel Belgrano: El Independentista

En plena lid, en un Oficio al Gobierno, fechado en Tucumán, el 31 de octubre de 1813, sostenía Manuel Belgrano:”Sirvo a la Patria sin otro objeto que el de verla constituida, y éste es el premio a que aspiro, habiendo siempre mirado los cargos que he ejercido…como comisiones que se me han confiado y que por aquel principio he debido desempeñar”. Esa fue la vida de uno de los grandes de América, un acto de servicio a nuestro querido continente. Su figura, en estos momentos de desasosiego, debe ser el norte para mirar con confianza el futuro.
La Revolución de Mayo, según Manuel Belgrano, nació del estado deplorable de nuestra situación colonial, es decir, de la situación en que se hallaba el imperio hispanoamericano invadido por Napoleón en 1808. Era la revuelta contra el Corso francés de la España y de la América continental, que se habían unido por los derechos del hombre y por el autogobierno de los pueblos. Enrique Del Valle Iberlucea tiene páginas inmarcesibles en este sentido. Cada ciudad española creaba su Junta Popular de Gobierno en nombre de Fernando VII para luchar contra el invasor. El Río de la Plata se plegó fervorosamente a este proceso el 25 de mayo de 1810, con su inevitable culminación el 9 de julio de 1816.
Su genial idea de un Monarca Incaico tenía como objetivo básico el evitar la división de nuestro continente en varias repúblicas impotentes y enemigas, como lamentablemente ha sucedido. El 6 de julio de 1816, en la famosa sesión secreta del Congreso de Tucumán, decía a este respecto: “Que conforme a estos principios, consideraba la forma de gobierno más conveniente para estas provincias una monarquía temperada, llamando la dinastía de los Incas, por la justicia que envolvía la restitución de esta casa, y por el entusiasmo general de que poseerían los habitantes del interior, con solo la noticia de un paso tan lisonjero para ellos”. Nadie en nuestra historia hizo una reivindicación de tal magnitud de los derechos de los pueblos preexistentes.
Una de las grandes confusiones públicas en torno a la maravillosa figura, es la falsa noción de que su bandera fue para la inexistente, por aquel tiempo, Nación Argentina. Nada más lejos de la verdad porque Belgrano, como Martín Miguel de Güemes y José de San Martín no hablaban de los argentinos, de los uruguayos, etc., sino de los americanos.
No hay en la profusa obra de Belgrano otra referencia territorial estratégica, que no fuese América. Tanto en sus escritos del Consulado como en su extraordinario Epistolario, tan importante para comprender su figura, el centro de gravedad político es la noción de la necesaria unidad. Recordemos que San Martín afirmaba en correspondencia con su amigo Tomás Guido que su único partido era el partido americano.
La operación política e ideológica de vaciamiento del contenido americanista de nuestros patriotas tiene como sentido final el que perdamos nuestro horizonte continental. Esa perspectiva, también es el legado que nos ha dejado la provincia de Santa Fe con su Estatuto Provisorio de 1819, que le otorgaba a todo americano la nacionalidad santafesina.
Belgrano amó inmensamente su tierra y a nuestro continente. Reiteramos, nunca habló de los argentinos. Sí lo hizo en cambio de los americanos, no buscando jamás la gloria personal, sino la unión de los hermanos. Observando el modelo norteamericano, pensaba que la unidad era lo que hacía a la grandeza de la gran república. Nosotros, desunidos y enemigos, solo podíamos esperar el atraso y la sumisión.
En la introducción al folleto, Oración de despedida de George Washington, afirmaba: “Suplico solo al gobierno, a mis conciudadanos, y a cuantos piensan en la felicidad de la América, que no separen de su bolsillo este librito, que lo lean, lo estudien, lo mediten, y se propongan imitar a ese grande hombre para que se logre el fin a lo que aspiramos de constituirnos de Nación libre e independiente”.
Manuel Belgrano quería una América independiente, que defendiera sus derechos civiles y su autogobierno por medio del sistema de las juntas. Planteaba:” No busco gloria sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria.”
Su Reglamento de las escuelas, que consta de 22 notables artículos, firmado en la ciudad de Jujuy el 25 de mayo de 1813, sostiene con claridad en su punto decimo octavo: “El maestro procurará con su conducta y en toda su expresión y modos inspirará en sus alumnos… un espíritu nacional que le haga preferir el bien público al privado y estimar en mas la calidad de Americano que la de extranjero”.
El americanismo de Manuel Belgrano es de una actualidad palpitante. Retornar a sus ideas, a su honestidad y luchas, es fundamental para que volvamos a ser el continente de libertad y de justicia por el que aquellos hombres de Mayo lucharon.
Por Gustavo Battistoni
(Historiador y escritor firmatense)
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